de la Asociación Internacional de Esorcistas
A principios de 2024, en un instituto de Palermo, una alumna se presentó en clase con un crucifijo colgado al cuello al revés, al estilo de los satanistas. La llamada de atención de un profesor provocó una acalorada discusión, que pronto derivó en una polémica que requirió la intervención de la dirección del centro. El profesor de Historia y Filosofía fue suspendido durante tres días y privado de su salario. Según noticias de última hora, la apelación posterior del profesor ante el Tribunal Laboral ha sido desestimada mediante sentencia publicada en julio de este año.
El clima en el que se gestó el caso fue el creado tras los graves hechos de Altavilla Milicia, en la provincia de Palermo, donde un albañil mató a su mujer y a dos de sus hijos durante un ritual en el interior de su vivienda. Cómplice del crimen fue otra hija de la pareja.
Este hecho sangriento conmocionó a la opinión pública nacional y, según informa el sitio web «Orizzonte Scuola», llevó al profesor a pedir explicaciones a la joven sobre ese collar, estigmatizando la ostentación de ese símbolo. La joven, en respuesta, declaró ante la clase que era «satanista» e invitó al profesor a tratar los temas relacionados con el satanismo desde un punto de vista filosófico.
Según se desprende de lo ocurrido, la dirección del centro consideró que la conducta del profesor había vulnerado la dignidad de la alumna, así como la confidencialidad de sus creencias religiosas, ya que posteriormente había revelado algunos detalles a una compañera, madre de otro alumno. Sin embargo, el profesor negó haber tenido ninguna intención de humillar a la alumna. Esto dio lugar a la suspensión del profesor, cuya apelación no fue aceptada, ya que el tribunal consideró que la asociación entre la joven y los hechos delictivos citados era «ofensiva y difamatoria». La conducta del profesor habría sido contraria a sus obligaciones profesionales y a los principios de laicidad de la escuela pública, donde se debe garantizar a los alumnos la libertad de expresar o mantener en secreto sus creencias religiosas. Finalmente, el profesor fue condenado al pago de tres mil euros en concepto de costas judiciales.
Estos son los antecedentes y el resultado del caso. ¿Cómo comentarlos desde el punto de vista pastoral y espiritual?
No entramos en el fondo de la conducta del profesor dentro de la escuela, pero lo que se desprende de la sentencia de los jueces es que si alguien se expresa en contra del diablo y las formas de culto que se le atribuyen, está discriminando una religión.
Sin embargo, es cierto lo contrario, porque el satanismo, en sus diversas formas y a través de sus seguidores, combate abiertamente al cristianismo, ultrajando sus símbolos, profanando la Eucaristía en las llamadas misas negras y en otros ritos inmundos. Además, el satanismo observa y difunde creencias y principios que la moral, no solo cristiana, considera lesivos de la dignidad de la persona humana y que desembocan en actos de violencia e intolerancia.
En cuanto al símbolo ostentado por la alumna, la cruz invertida (colgada o dibujada) representa en el satanismo no solo lo contrario del cristianismo, sino su rechazo, su inversión y su (supuesta) derrota. De ello se deduce que si una persona lleva la cruz invertida al cuello para afirmar su pertenencia al satanismo, o para mostrarse simpatizante de sus posiciones, y un juez protege su intención, directa o indirectamente está justificando un acto de intolerancia hacia la religión cristiana y quienes la profesan.
Por último, llegamos al delicado tema educativo, que afecta directamente a este asunto que se ha gestado en el seno de una escuela. Y partimos de otra noticia. En 2019 llegó desde Estados Unidos la noticia de la publicación de un libro titulado «A Children’s Book of Demons» (Un libro infantil sobre demonios), en el que se presentaba la práctica del satanismo como algo bueno y positivo. Es trágico señalar que el autor se dirigía abiertamente a niños de entre 5 y 10 años, es decir, a un público indefenso y susceptible de ser condicionado. El autor, dirigiéndose a los menores, afirmaba: «Evocar a los demonios nunca ha sido tan divertido». ¿Y de qué manera? Dibujando los sellos demoníacos, es decir, los símbolos que los representan. Todo ello como un juego: los sellos demoníacos se presentaban como «números de teléfono» para contactar con los espíritus del mal.
Este libro, al igual que muchas otras iniciativas en el ámbito musical, cinematográfico, televisivo y social, forma parte del oscuro proyecto que desde hace más de medio siglo se propone introducir a las jóvenes generaciones en el ocultismo y el culto al demonio. Esta tenebrosa práctica se presenta como una actitud buena y conveniente, subvirtiendo totalmente el discernimiento entre lo que es bueno y lo que es malo, y que pertenece al patrimonio moral de la humanidad, no solo a los principios de una confesión religiosa.
Desmontemos además otra creencia falsa y peligrosa, lamentablemente muy extendida entre las jóvenes generaciones, y es que Satanás/Lucifer representa una figura buena, positiva, opuesta a la ignorancia y al oscurantismo, y que el satanismo no es más que una corriente de pensamiento que garantiza la elevación y el empoderamiento de la humanidad (también en clave «filosófica»). Nada de eso. Como demuestran innumerables casos de crónica negra, el objetivo del satanismo es, sí, la obtención de la máxima energía oculta, que eleve las facultades del individuo, potenciándolo en el plano espiritual y material, pero todo esto no es más que un engaño, una trágica ilusión que esconde el absoluto desprecio hacia la persona humana, su integridad y libertad, y hacia la vida misma desde su concepción.