de la Asociación Internacional de Exorcistas
Se ha convertido en una moda.
Ya no se limita a la noche de Halloween. Con motivo de los equinocios, solsticios o festividades religiosas y civiles a lo largo del año, cada vez más administraciones locales inventan mercadillos mágicos, espectáculos esotéricos, eventos dedicados a las brujas y abiertos a los cartománticos. Porque el misterio «fascina» y la magia atrae a los turistas como moscas a la miel.
Sí, la invención. La imaginación de las Concejalías de Cultura o de las asociaciones culturales y del sector parecen muy fervientes últimamente y, con la complicidad de los medios de comunicación, alimentando sugerencias y curiosidades difíciles de no caer en la trampa. La invención, de hecho, compensa la economía, pero falsifica la historia de los lugares, construyendo narrativas desconocidas incluso para la memoria local. En 1983 se publicó en inglés un libro, convertido en un clásico, editado por Eric Hobsbawm y Terence Ranger, titulado The Invention of Tradition. En el volumen, historiadores y antropólogos examinaron un fenómeno que el historiador británico Hobsbawm había resumido así en su introducción: «…las tradiciones que nos parecen antiguas, o que se pretenden antiguas, suelen tener un origen bastante reciente y, a veces, son inventadas».
Esta invención de la tradición es casi siempre una referencia deliberada al pasado, motivada por las más diversas necesidades: desde crisis políticas hasta necesidades sociales. De este modo, una comunidad, nacional o local, pretende expresar una hipotética continuidad con ese pasado, en parte real o totalmente ficticio.
En este proceso pueden intervenir hechos y personajes más o menos legendarios, o creencias y supersticiones: las tradiciones inventadas pueden así dar lugar a nuevas tradiciones. El nacionalismo o el localismo son algunos de los fenómenos que fomentan la invención de la tradición. Una invención que ha vuelto a ponerse de moda con fuerza, favoreciendo un fenómeno adicional: el de las «comunidades imaginadas». Pero la imaginación desbocada juega malas pasadas, y aquí llegamos al dato pastoral y moral que preocupa a los sacerdotes exorcistas.
Para facilitar la comprensión de esta peligrosa moda, ponemos un ejemplo concreto (pero es solo uno entre muchos y demasiados), trasladándonos al corazón del Lacio, donde la provincia de Viterbo limita con la de Roma, dentro del parque regional Valle del Treja. En un hermoso escenario natural se encuentra el antiguo pueblo de Calcata, construido sobre un espolón. Su vista es muy sugerente, como la de muchos otros pueblos de la zona. El silencioso verdor de los bosques que rodean este pequeño centro parece transportar a los visitantes a una época aún no afectada por el progreso. Pero cuidado, aquí, como en otros contextos, se dan todos los ingredientes para que, como repiten los artículos y vídeos dedicados a este lugar, los «sentidos» y el «alma» de quienes se aventuran por las callejuelas y las piedras de Calcata no puedan evitar quedar «cautivados».
Al igual que muchos pueblos italianos, la atracción que ejercieron las grandes ciudades después de la guerra también despobló Calcata, pero ya en los años setenta un número creciente de artistas y artesanos descubrió este lugar con su… «magia». Abrieron estudios y talleres en las callejuelas del pueblo, transformándolo en un gran taller de obras e ideas, porque el arte sabe crear «energías vibrantes», por citar una expresión recurrente en la literatura sobre el tema. Conciertos, exposiciones y presentaciones de libros contribuyen a hacer de Calcata un destino turístico muy apreciado.
Pero eso no es suficiente. Para atraer a las multitudes se necesita un poco más de misterio, y entonces lo «mágico» se insinúa entre los bloques de toba, como ese viento que, según se escribe en un artículo, sopla «con ecos de ritos olvidados y cantos ancestrales». Así, Calcata se convirtió rápidamente en el «pueblo de las brujas», gracias a leyendas y creencias poco explicadas, hasta tal punto que «según algunos, del subsuelo emanaría una poderosa energía esotérica», cómplice de ello un antiguo altar del pueblo itálico de los faliscos y las cuevas donde se celebraban ritos arcaicos. Y eso no es todo. Las «supuestas médiums» eran capaces de comunicarse con los animales del lugar, «casi siempre gatos», y en los días de viento se podía oír entre las casas el canto de las brujas de antaño (descritas como «mujeres libres y sabias»). Por supuesto, a finales de octubre, Calcata se llena de turistas y curiosos con motivo de Halloween. El hecho de que no existan documentos históricos que atestigüen la presencia de brujas en Calcata es un dato absolutamente secundario para la narrativa mediática… La invención de la tradición en este caso se ve corroborada por las redes sociales, los medios de comunicación y, según escriben, por una «energía» «fuerte», «palpable», «que sacude la mente».
¿No bastó el arte para revivir este pueblo despoblado? Parece que no. ¿Y el cine? Calcata ha sido el escenario de muchas películas, italianas y extranjeras. También se encuentra allí el hermoso jardín literario creado por el famoso arquitecto romano Paolo Portoghesi, que vivió y trabajó allí. Entonces, ¿para qué sirven las creencias y leyendas sin fundamento, pero que son utilizadas para inventar una tradición (mágica)? ¿Para el desarrollo de la economía local? Ni siquiera las mejores intenciones pueden permitir el engaño de las mentes y los corazones.